Ganarse el respeto profesional

Madre mía, cuántas cosas nos quedan en la vida por aprender a todos… Lo curioso del aprendizaje es descubrir cómo cosas que una vez vistas o explicadas adecuadamente parecen triviales pero que, a menudo, obviamos o simplemente ni nos damos cuenta de ellas.

En mis ya 14 años de vida profesional, me he encontrado en unas cuantas ocasiones con compañeros, directivos y colaboradores de otras empresas que se «venden» a sí mismos como expertos en algún aspecto o disciplina en particular. En los últimos tiempos aun lo percibo más todavía, si cabe.

Se trata de personas que siempre tienen una respuesta para todo. Son expertos, al fin y al cabo, no? Pues bien; en mi opinión, no siempre uno se gana el respeto de sus colaboradores teniendo en cada ocasión LA respuesta. Es humano y natural que no se tenga una respuesta para todo. Al fin y al cabo, la mayor parte de nuestro expertise se adquiere precisamente con la experiencia, y es complicado que hayamos podido tener todas y cada una de las experiencias necesarias para sustentar una respuesta que sea más experta que lo habitual. Lo que de verdad nos diferencia como expertos en algo comparados con el resto es lo que hacemos cuando no tenemos esa respuesta.

Puede que no siempre sea lo más adecuado una respuesta del tipo «no lo sé, pero lo puedo averiguar». Lo que sí sé es que, cuando veo a otras personas hacerlo, respeto a esas personas incluso más que si me estuviesen dando la respuesta más experta y acertada posible a mi pregunta.

Sí, es cierto. Impresiona cuando un experto te responde sobre algo con claridad, de manera sustentada y, además, de manera acertada. Pero es aun más impresionante que alguien tenga la capacidad de tragarse su orgullo, evitar dar una respuesta mediocre, y admitir que dicha respuesta no es adecuada. Desde mi punto de vista, lo que se consigue con esto es, no sólo darse valor a uno mismo, ponerse retos y ganarse el respeto de los demás, sino también dar valor a aquellos que te preguntan.

Compartir en: